El valor de la autonomía personal ha modificado profundamente los pilares de la relación clínica que debe adaptarse a la individualidad de la persona enferma desde su inicio, y que han de mantenerse durante toda la enfermedad y alcanzar plenamente al proceso de la muerte, entendida esta como parte de la vida y los distintos escenarios clínicos por los que esta transita. Históricamente estos escenarios han suscitado no pocos problemas éticos y jurídicos a los que la sociedad va encontrando cauces de resolución a través de guías y documentos que promueven valores y buenas prácticas así como leyes que garantizan sus derechos.